De amor y otras ficciones

Jezzini
3 min readSep 28, 2019

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Sé de amores que mueren en silencio; de amores que se escapan con sigilo por la puerta trasera de un corazón. Y despacio, con el filo de la esperanza que no cesa de morir y morir, abren heridas en el pecho de quien vive el abandono.

No sé por qué estoy escribiendo de cómo muere un amor. No sé por qué, de repente, me brotó esta curiosidad animal de explorar las mil maneras en las que sangra un corazón: el amor ahogado, el amor aniquilado, el amor olvidado, el amor que deliró y el amor que en silencio pereció.

Admito que me es difícil creer que un amor puede morir en la tranquilidad y el vacío que ofrece el silencio.

¿Será que pienso, viejo querer, en cómo mataste nuestro amor con todo menos tranquilidad?

Te fuiste entre ruido y frenesí, envuelto en la elegancia de un asesinato anunciado. Y pronunciaste, a mi cara, palabras que como tatuajes y traumas, se quedarán siempre aquí.

Y ahora a ti se te ocurre volver. Buscando, quizá, bañarte en la fuente de afecto que un día decidiste dejar.

Me estoy dando cuenta, con cada romance que se me va a la mierda, que el amor es más invención que certeza. Que entre sentimiento legítimo y leyenda urbana, el amor es ficción literaria.

Es que el amor es de esos seres que resucitan después de su muerte; de esas entidades que por alguna razón (sea mística, celestial, científica o apocalíptica) resurgen de la tierra que los enterró.

Jesús, el de la biblia, resucitó. Y hay escenarios y distopías que ven a nuestros cuerpos, tan frágiles e irrelevantes, volver a la vida después de la muerte: zombie, fantasma o espíritu.

El amor como ficción ofrece un escenario parecido: el muerto regresa. Revive por alguna razón y la línea narrativa, que es su anterior vida, se reanuda. El Jesús de la biblia resucita para transformarse en salvador. Y todo es momentáneamente rosa, fantástico y hasta pilar de una religión.

El apocalipsis zombie ofrece otro escenario: uno caótico y de tinta triste. Los cuerpos regresan a la vida por mera coincidencia científica. Regresan como movimiento que no contiene sentimiento. Y el humano normal, ese que existe en piel que no ha muerto, se confronta a un cuerpo vacío y en desecho. La distopía zombie juega también con la belleza trágica de un resucitar.

El lector perspicaz entenderá hacia donde se dirige mi teoría sobre el amor como género de ficción. Y al lector menos perspicaz se lo confieso: ¿y qué si el amor que resucita lo hace como Jesús de la biblia o como zombie?.. como grandioso salvador o como tragedia apocalíptica.

Porque el Jesús de la biblia regresó y ya no era Jesús, era milagro.
Porque la persona muerta que revivió en zombie ya no era persona, era mero cuerpo en putrefacción.

Dos finales contrastantes a un amor que vuelve: grandeza o tragedia.

Es que la muerte es parteaguas. Es transformación del ser como concepto y como acción.

Y yo lo que digo, viéndote volver a mí, es que lo que queda entre nosotros es un amor que probará ser entidad en putrefacción o entera salvación. Un triste zombie o Jesús.

Te vi venir, si te soy sincero. Porque jamás un amor me ha dejado para no regresar. Atraigo viejos romances por curiosidad… vienen a mí a inspeccionar. A ver cómo la carne que compone mi cuerpo sobrevivió a los estragos de la falta y la desatención.

Y como a ellos, hoy te veo a ti. Desde lejos.

Creyendo que aún estoy existiendo desde los códigos de lo que un día fuimos tú y yo. Te veo con ese brillo de esperanza en los ojos. Casi como creyendo que llegaste para salvarme.

Casi como Jesús el de la biblia…

Pero no, corazón.

Porque el sentir no es ficción y este amor que hoy intentas revivir ya está muerto.

Y aquel ‘te quiero’ que algún día se compuso de afecto murió y resucitó lleno de desprecio.

Porque hoy puedo decir que te quiero…

… te quiero lejos, muy lejos de mí.

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Jezzini
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