Es a penas media noche en París. En un viernes cualquiera se me vería salir con amigos a saludar a la noche. A acompañarla hasta tarde, quizá. Pero hoy no es para mí un viernes normal, es un viernes que no vi venir. Es que me jodieron el corazón el jueves. Y eso hace de mi viernes un completo aturdimiento emocional.
Es media noche en París y salgo de un bar en el que no me atreví a tocar el alcohol. Es claramente una estrategia para evitar que tome el poder el lado más salvaje de mi corazón.
Ya en la calle, con mis audífonos puestos para anestesiar pensamientos, ando hacia la estación de metro. Tengo una cita con el silencio y la soledad de mi propio espacio: será la primera vez en mucho tiempo que regresaré a un departamento vacío (o la primera vez que regreso sólo a un departamento vacío).
La noche, en su juventud, es fresca y veraniega a pesar de esta primavera que recién se instaló. En el cielo ni una nube hay: me confronto a la oscuridad tosca de un techo que carece de luz. La contaminación nos roba las estrellas.
Cuando comienzo a bajar las escaleras del metro, escucho Green Light de Lorde sonar en mis audífonos. Y de manera instintiva, envuelto en un automatismo, decido salir a la calle y caminar a casa escuchando Melodrama.
…
La física sugiere que polos similares tienden a la repulsión: que similitud y afinidad impiden a la materia magnética estar en el mismo lugar. Por años he considerado a Lorde como mi cantante favorita. Al inicio fue su proyecto artístico lo que me fascinó. Después, al ver una serie de entrevistas, quedé hipnotizado por la pureza y particularidad de aquella fuente de creatividad. Siento (como quizá se supone que tengo que sentir) que Lorde es una persona con la que podría establecer una verdadera amistad. En su música, Ella se siente cerca. Como si entre nosotros existiera una confidencialidad.
Y aplicando las leyes de la física: polos similares se tienen que alejar.
Lorde se presentó en París en el 2014, a dos meses del inicio de mi proyecto de expatriación, cuando yo seguía en México. Y después se presentó en Austin, en un festival que frecuentaba, cuando yo ya estaba en Francia. Para el tour de Melodrama, cuando se anunció la fecha del concierto en París, yo ya tenía boletos de avión para ir a España para un viaje de trabajo. ¿Por qué nos escapamos mutuamente? ¿por qué no nos podemos ver? Y en la frustración de no encontrarnos otra vez, compré boletos de avión y entradas a su concierto en Colonia, Alemania.
Cuando Melodrama salió a luz, en junio del 2017, me encontraba en un periodo particular de soltería ligera e inconsciente: no me pesaba estar solo. Ni siquiera pensaba en ello. Y el lado festivo del álbum era lo que más me atraía. Recuerdo ese momento de euforia cuando Homemade Dynamite sonó y vimos a Lorde emerger de la oscuridad. En Perfect Places, un himno a la efervescencia de la juventud, Lorde evocó en nosotros esa libertad que yo mismo vivía: la facilidad del ser, del atrever.
A inicios del 2018, cuando creí haber encontrado el amor, Melodrama evolucionó conmigo. En esas épocas vivía en un cuartito de 13 metros cuadrados en el distrito del Louvre, y recuerdo salir a pasear a la pirámide de cristal. Escuchaba The Louvre pensando en el amor: en el espectro de posibilidades, en lo especial que uno se siente al tener un crush. Hay una piscina de sonidos que son ecos al final de la canción: matices instrumentales que dejan a uno absorto en un ciclo de reflexión.
También escuchaba mucho Sober. Este título me hacía pensar en lo que pasaría cuando saliera de mi cuerpo la última molécula de esa droga que es el amor recién adquirido. En Melodrama encontré también una bitácora del existir enamorado; una exploración de lo que representa un corazón recién conquistado.
En esos meses de amor fresco y novato, canciones como Hard Feelings y Writer in the Dark eran para mí un ejercicio retrospectivo de otros amores inalcanzados. Pensaba en alguien más o simplemente vivía la interpretación de Lorde con la lejanía de quien no vive en aquella piel.
Recuerdo escuchar Liability tras el escudo de mi supuesta estabilidad emocional.
Pero la vida cambia, ¿no?
….
Ahora camino por las calles de París con el corazón en pedazos. Empieza Green Light y la frase ‘thought you said that you’d always be in love / but you’re not in love no more’ me saca la primera lágrima. Por primera vez, a casi dos años desde que Lorde nos regaló Melodrama, siento la agridulce caricia que es Green Light. Sigo caminando por la ciudad que se siente tan viva. Y tengo ganas de gritar, de sacarme el corazón por donde sea que se escurra y lanzarlo al río sin voltear. Me pierdo en el bosque de sonidos y veo pasar, por mi cabeza, una serie de recuerdos.
Liability me abre el pecho. Me detengo en la calle, en l’ile de la cité, y me escondo en la oscuridad de una sombra para poder llorar. Soy clínico en la atención que le pongo a la letra de la canción. Y ‘get you wild / make you leave’ junto con ‘she’s a forest fire’, en su simpleza, me recuerdan la gravedad de mi situación: es terrible ser aquél que no decidió darle fin a un amor; quema como lava ser el que ve la espalda de quien huye de mi corazón.
Me seco la cara con mi brazo áspero. Así, sin pañuelos porque no traigo, y sin cuidado porque no me interesa cuidarme. Sigo caminando y empieza Writer in the Dark, la canción que más se acomoda a mi situación actual. Escucho la voz angelical de Lorde y pienso en su talento. Por un segundo me reflejo en su propio dolor: ¿quién le pudo haber roto el corazón? La frase ‘i am my mother’s child’ me hace sentir cada centímetro de los 10 000 kilómetros que me separan de mi propia madre.
Y lloro otra vez porque a veces la expatriación se siente como ácido muriático inyectado en las entrañas.
Llego a mi departamento y en esa soledad, en la melancolía del lugar donde se perdió una guerra, en la estática de lo que existe exactamente como se dejó, doy un largo y agresivo respiro. Estoy a leguas de recuperarme, y siento al rojo vivo las fibras de cada emoción.
Escuchar Melodrama en este estado fue una explosión de emociones; un clavado en el pantano de lamentos que caracteriza a un corazón abandonado.
Estoy herido y estoy lejos.
Pero no estoy solo ni estoy arrepentido.
Escribo estas palabras desde un café donde la camarera se pasea entre las mesas vacías. No hay nadie más que ella y yo. Pero por la ventana entra el sol y eso endulza la escena, nuestra situación.
Spotify me lanza Hard Feelings.
Y entre tanta materia para alimentar mi tristeza, decido tatuar esta frase en mi cabeza:
I care for myself the way I used to care about you.